Hay un gato, me mira fijo; si sus ojos fueran una boca ya me hubiera comido, pero solo son ojos.
Noto algo extraño en su cola, es como si tuviera escamas color turquesa; miento, no es “como si”, es, tiene.
Trato de verlo bien, por momentos se pone inquieto. Lo veo a los ojos. Bien a los ojos. ¿Qué le pasa?
Pobre, no puede moverse bien; claro, las dos patas de atrás son iguales a las extremidades de una foca, y también con escamas turquesa...
Cautiva completamente mi atención, solo puedo ver al gato que está delante de mi, que me mira con esos misteriosos ojos amarillos. Ojos que no me impiden notar las maravillosas aletas a ambos lados del cuerpo y en la espalda, que le dan un aire de fantasía. ¡Que hermoso gato!...
(2001)
miércoles, 12 de septiembre de 2007
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